Barcelona's Argentine forward Lionel Messi celebrates after scoring a goal during the UEFA Champions League round of 16 second leg football match between FC Barcelona and Napoli at the Camp Nou stadium in Barcelona on August 8, 2020. (Photo by LLUIS GENE / AFP)

Por: Eduardo Aguilar

El Barcelona pesó una vez más en rondas eliminatorias, eliminó al Napoli y se posicionó en unos cuartos de final por decimotercer año consecutivo. ¿La razón? Su nombre, ese valor intrínseco a los colores blaugranas. 

Era curioso ver las redes sociales el día previo al encuentro entre culés y napolitanos: había una especie de fervor exacerbado por la eliminación de los grandes “enemigos”: el Real Madrid y Cristiano Ronaldo, pareciese que la afición temía un fracaso y por ello, buscaban celebrar en otras partes. 

A decir verdad, nadie veía favorito a ningún equipo: por un lado el Napoli un club que quedó en la séptima posición de la Serie A, por el otro, un Barcelona carente de identidad, sin un plantel espectacular (como es costumbre) y sin esa motivación competitiva; aquella que dejaron el día que abandonaron la carrera por la liga que terminó ganando el Real Madrid.

Ni la misma afición tenía la convicción plena de que el conjunto dirigido por Enrique Setién avanzara a siguiente ronda. El cúmulo de decepciones: la mala gestión directiva, el mal rendimiento físico de jugadores como Dembele o Umtiti o la inoperancia de un sistema de juego (no cuentan con extremos fijos, hoy en día muy importantes), permitían pensar que Napoli podía dar la campanada; además de que en la ida nadie había sacado ventaja.

No obstante, algo que nunca se puede negar es el peso del nombre, tanto el de la institución como el de uno de los mejores de la historia. Sobra decir su nombre, solo falta saber que está ahí para imaginar las genialidades que es capaz de hacer, y a pesar de que en diversas ocasiones “no aparece” en momentos trascendentes, en esta sí lo hizo. Le bastaron unos chispazos para calificar a su equipo a cuartos.

Le guste a muchos o a pocos, la grandeza siempre será un factor a considerar en los partidos. No hablo de la eliminación de la competencia, porque los napolitanos compitieron, hablo de que una camiseta por sí misma tiene un peso especial. 

Muchas veces es escéptico el fútbol; cuánto nos gustaría ver encuentros que nos lleven al borde del sofá, que estremezcan debido a la emoción de la competencia, sería ideal, pero, los nombres siempre terminan por pesar. 

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