Soy un fiel creyente de que el trabajo duro, la constancia y, sobre todo, la pasión, te llevan a alcanzar tus metas, o al menos te acercan a ellas. Ese es el caso particular del entrenador alemán Jürgen Klopp.

Después de dos finales perdidas de la UEFA Champions League, al fin llegó la dulce victoria para Klopp y sus dirigidos. Su camino no ha sido nada sencillo: subcampeón de la Bundesliga con el Borussia Dortmund en 2013, subcampeón de la Copa de Europa en 2013, de nueva cuenta subcampeón del campeonato alemán en 2014, subcampeón de la Europa League en 2016 con el Liverpool, subcampeón de la Champions en 2018 y, probablemente, la más dolorosa de todas, subcampeón de la Premier League en 2019.

Esta victoria ante Tottenham no lo hace un técnico ganador, pero sus derrotas tampoco lo hacen un perdedor; somos muy afortunados de poder ver como un técnico irradia tanta pasión a sus pupilos y lo impregna a los aficionados hambrientos de un fútbol vistoso al estilo del heavy metal.

Klopp agarró a un Liverpool muy decadente y lo volvió a poner en los primeros planos del fútbol de primer nivel y, más allá de la gran estrategia desde la pizarra, el como potencializa a sus futbolistas es de admirar.

Un gran sistema 4-3-3 que supo adoptar la idea de fútbol que Jürgen viene manejando desde Alemania: un gran despliegue físico con la presión alta en la salida del equipo rival y grandes zancadas en los espacios abiertos.

Aunque sigue pendiente el título de liga para los «Reds», los aficionados de Anfield pueden dormir tranquilos, pues la actuación mostrada por su equipo esta temporada muestra tintes de que seguirán cayendo los títulos para la institución inglesa y, aunado a esto, seguirá predominando el espectáculo y el fervor, tanto en la cancha como en las gradas.