Por: Eduardo Aguilar

El fútbol, en esencia, es aquel lugar en donde múltiples ideologías, nacionalidades, culturas, idiomas, razas, etc. pueden converger sin ningún problema, pues el balón es el mismo para todos y todas. Sin embargo, allí mismo se puede reflejar la decadencia social, moral y cultural que existe en la gente y sus códigos. Aunque no hay que confundir, el balompié no es la causa; no podemos entenderlo como ciertos “superiores” lo hacen: “el fútbol es de ignorantes, incultos, bestias, etc.”; hay que pensarlo como solo un espacio más, uno en donde las personas depositan lo mejor, pero sobretodo, lo peor de sí mismas.

Uno pensaría que en pleno 2020 estos temas serían de no creerse. Pero no es así, hoy esta decadencia tiene una víctima: el delantero del F.C. Porto, Moussa Marega, quien en su partido ante Guimaraes sufrió cantos racistas y el lanzamiento de un bote de basura, por lo que pidió ser sustituido al minuto 71. No es solo un caso más, y seguramente no lo será hasta que existan medidas contundentes para poder erradicarlo. Además de vetos en los estadios, pérdida de puntos o fuertes sanciones económicas, por ejemplo.

¿Culpables? Todos, menos el jugador franco-maliense. La sociedad, que antes de ser aficionados, son personas normadas bajo un sistema de ideas y valores. Quizá sea descabellado pensar que cada  butaca retumbaba un cántico racista, tal vez eran menos. Pero, ¿dónde estaba esa mayoría que se jacta de no ser racistas? El silencio también es un mensaje. 

Culpables los rivales, que antes que “enemigos”, son compañeros y potenciales víctimas de discriminación. Ellos pudieron pedir, es más, exigir a su afición que cesaran, pero no, tan solo se veían jugadores del Guimaraes tratando de calmar a un Marega sobrepasado: el no pedir la calma es apoyar el caos.

Culpables sus compañeros, quienes no entendieron de solidaridad. Ellos como grupo dieron a entender que es más importante seguir en la “normalidad”, que respaldar la protesta de su compañero. Ni Otavio, ni Marcano, ni nadie fue capaz de apoyar, de hecho, parecen ofensa los intentos de detenerlo en su deseo de salir del campo: “No te vayas, quédate para que te griten más”: el no respaldar al compañero vulnerable, es apoyar al ataque. 

Culpable el cuerpo arbitral y comisionados del juego. Ellos, los que en ese momento tienen el poder de detener el juego, no lo hicieron. Solo esperaron que la situación pasara y así poder pitar en pro de la “normalidad”. Porque claro, como sigue siendo normal que insulten a futbolistas, solo hay que esperar un poco.

Culpables los medios y líderes de opinión, quienes escriben del caso como si se tratase de “un caso más”. Encabezados que dicen “nuevamente”, “un caso más”; sí, los medios deben informar, pero no normalizar la situación, a fin de cuentas, ellos son el filtro a la sociedad, que claro que necesita bocanadas de información para poder erradicar esta violencia.

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