Hubo un tiempo en el cual vestir la camiseta de la selección nacional era un honor, una meta, el sueño para cualquier niño. Vestir los colores de tu nación te hacía sentir honrado, pero los tiempos cambian, y tal parece que hoy en día, ser convocado a la Selección mexicana  de fútbol es más una molestia que un privilegio.

Jugadores como Carlos Vela, Javier Aquino, Jesús “tecatito” Corona, Héctor Herrera, Javier Hernández (éste último por el nacimiento programado de su hijo) le dijeron que NO al llamado del seleccionador nacional, Gerardo “el tata” Martino, renunciando a un puesto en el equipo tricolor en el proceso mundialista rumbo a Qatar 2022.

Carlos Vela fue el pionero en esta especie de rebeldía o negativa hacia la escuadra nacional, pues recordemos que por motivos personales (que ya sabemos que fue a causa del tema de las “escorts” con Carlos Salcido) se perdió el mundial de Brasil 2014, cuando el delantero estaba en su mejor momento con la Real Sociedad. A partir de ahí se ha generado una especie de tendencia en la que los técnicos (Miguel Herrera, Carlos Osorio y ahora Martino) tienen que viajar a prácticamente a rogarles a los jugadores que militan en Europa.

Ser seleccionado nacional DEBERÍA ser un orgullo, y no se tendría que estar rogando en cada convocatoria su asistencia, sin embargo la MISMA federación ha tenido la culpa al demeritar (por así decirlo) un llamado a selección. Antes únicamente los mejores futbolistas nacionales eran los elegidos, los que tenían un largo periodo demostrando su calidad y esfuerzo; hoy en día con un par de actuaciones en los que un jugador medianamente sobre sale, es seleccionado.

Que se les dé oportunidad a todos está bien, sin embargo que sea con base a un cierto número de partidos, no solo por 2 goles, 3 asistencias o un par de encuentros. La apertura a jugadores naturalizados también ha terminado por abaratar el valor de la selección.

Estoy de acuerdo que la Copa Oro no es el torneo más atractivo, pero a la selección, por respeto no se le puede decir que no. El mensaje de Gerardo Martino es claro: Se acabaron las “vacas sagradas”, el que no venga ya no será considerado..

Como dice el dicho: “En esta vida nadie es indispensable”.

Por Diego de la Vega

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